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MEMORIAS DE UN DESALOJO


Confieso que me ha costado un poco pasar de la mitad del artículo de Rocío Silva Santisteban (“El caníbal es el otro II”), por la jerga tan endogámica que a veces se maneja en el mundo académico. Sin embargo, luego- me puse a pensar que lo que le interesaba a Rocío era una aplicación de la crítica literaria al discernimiento político. Me parece una propuesta interesante, y doy un aporte: Una metáfora recurrente en este largo año de disputa es la del Frente Amplio como una casa, con un propietario que se siente ofendido porque unos huéspedes temporales pretenden apoderarse de ella. La escuché por primera vez en Diciembre del 2015, de boca de un dirigente de Tierra y Libertad, durante una conversación en los pasillos del Congreso Extraordinario del Frente Amplio, que se llevó a cabo para escoger la primera vicepresidencia de la fórmula. Yo me había presentado ante este compañero, que era parte de la Comisión de Plan de Gobierno, para llevar un texto de la base de Nueva York sobre los peruanos en el exterior. Me dijo, antes de siquiera hacer la cola para entrar: "El problema de algunos es que vienen aquí como invitados, y luego se quieren apoderar de la casa y botar al dueño". Luego, encontré la misma metáfora, usada sin ningún rubor, en cien lugares, en las redes sociales y en los medios. De hecho, el congresista Castro dijo en alguna ocasión “Arana es el dueño de la agrupación”, y no como una crítica, sino como una advertencia al sector contrario. Es una imagen que siempre me ha parecido sorprendente, porque revela un valor que nunca he entendido como progresista o de izquierda: la lógica del propietario rentista, que dice: "Está Ud. en mi propiedad, se la presto en un contrato y lo desalojo cuando yo quiera". Las metáforas normalmente embozan la realidad, pero esta la revelaba. Se aplicaba en el Frente Amplio idéntica lógica a la que aplicaban Yehude Simon, Alcántara, y los dueños de vientres de alquiler de la derecha. Pero, entre nosotros, esta práctica no se reconocía explícitamente, en los términos mercenariamente honestos de esas otras tiendas.

El lenguaje utilizado, por el contrario, era idealista: "Ofrecemos nuestra inscripción para la unidad". Para volver a la metáfora, eso era decir "mi casa es su casa". Pero no. O no era sincero para empezar, o cambió la intención. El veneno luego de las primarias de Octubre del 2015 en las que Marco Arana fue derrotado, el abandono de la campaña hasta el Congreso Extraordinario, donde se eligió a Arana como candidato a la primera vicepresidencia, y otros gestos, hablaban de una casa dividida. Luego, las acciones mostraron cuán exacta era la metáfora ante la realidad, con la sanciones aplicadas a Abel Gilvonio y Marisa Glave que eran, en buena cuenta, desalojos.

Tal vez hubiera sido todo mas claro y mas transparente si la metáfora se hubiera usado desde el principio, como creo la usa Yehude Simon con otro sector de la izquierda: "Aquí está la casa: ustedes pagan tal renta, y el contrato es a tiempo limitado". Así, nos hubieran mantenido en una expectativa más baja y más realista. Hubiéramos sabido que no estábamos ante algo completamente nuevo sino ante algo nuevo mezclado con lo viejo: la lógica patrimonial, rentista, colonial que tenemos tan interiorizada en el Perú.

Por lo menos, así lo sentí yo. Conocí a Marco Arana hace un par de años, cuando visitó EEUU. Me dijo consistentemente lo que luego escuché en el discurso oficial de Tierra y Libertad: "La inscripción al servicio de la unidad". Lo creí y me entusiasmé, y –en el 2015- tras 20 años de no militar en ninguna organización de izquierda, me sumé al Frente Amplio, y lo mismo puedo decir de unos cuarenta compañeros de la comunidad peruana en Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut. Todos firmamos un padrón como integrantes del Frente. Si me hubieran dicho que era un contrato de alquiler, de repente no me interesaba, pero hubiera sido más honesto. Un día nos encontramos con que el Frente al que yo pertenecia no era "el FA legal". Ahí fue cuando la metáfora se puso además de patrimonial, tinterillesca. Las cosas no eran las cosas, sino lo que decía el padrón ante las autoridades electorales, y este no se iba a abrir para recibir a los miles de activistas que se habían sumado. El “FA” al que nos habían invitado a sumarnos, no era realmente el “FA”, pues este era Tierra y Libertad, con un nombre adoptado para las elecciones". En fin, el señor de la renta nos mandaba a sus abogados. Y así fue: entre los cuarenta y pico de nuestro comité había dos personas, hasta donde sé, que formalmente pertenecían a Tierra y Libertad. De modo que éramos cuarenta ficticios y dos firmes. Uno asumió que el Frente Amplio de los que habíamos militado juntos era su verdadera militancia. La otra persona denunció al resto como "verolovers" que se querían apoderar del FA, y se envenenaron las relaciones.

En fin, ya pasó todo, y ahí queda la casa. Como en esa linda película colombiana "La estrategia del caracol", los inquilinos se van a vivir su vida a otra parte, antes de que llegue el dueño a botarlos con la policía. Pero se van con todos los trastes, y le dejan una nota en la pared al propietario: "Ahí tienen su hijoeputa casa, pintada."


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